
El Desayuno
Me enamoré de ella delante de una tostada untada con mantequilla y mermelada de arándanos.
La empresa “INFORMESSA S.A.” situada en el piso 16º del rascacielos del Paseo de la Castellana, tenía ubicado en la parte Norte, una cafetería donde los trabajadores pertenecientes a la empresa, nos reuníamos durante la media hora del desayuno y la hora libre del mediodía que empleábamos en la comida.
La conocía de vista. Más de una vez nos habíamos cruzado por los pasillos en diferentes direcciones, cada uno con sus ocupaciones correspondientes. La prisa que, normalmente, durante el horario laboral, a cada uno de nosotros nos obligaba a mantener un ritmo imposible de disminuir, no permitía conversaciones personales que retrasaran nuestras correspondientes ocupaciones y aunque, siempre, cuando la veía, su figura se iluminaba con una luz especial que oscurecía al resto de compañeros, nunca había tenido ocasión de cambiar ni una palabra con ella. Sólo me servía para añadir un detalle más a su deslumbrante figura.
La primera vez me sorprendió su cabello ondulado y dorado con reflejos rojizos, no sabía si a causa de la incidencia de los rayos de sol o porque eran de ese color. La segunda vez, pude asegurarme de que aquel reflejo era natural además, los ojos destacaban en un verde claro como si fueran dos gemas prendidas en sus ojos. Así, poco a poco, fui detallando su figura y cuando la veía acercarse por los pasillos, procuraba acercarme a ella cuanto podía para añadir un nuevo detalle a su hermosa imagen. Hasta que, un día, una mañana luminosa, al entrar en la cafetería, la vi sentada a una mesa mientras desayunaba con la bandeja frente a ella. Recogí rápidamente la mía y me acerqué de manera atrevida hasta la mesa.
—¿Puedo sentarme y hacerte compañía? —dije lo más firme posible, al tiempo que apoyaba mi bandeja con el desayuno sobre la mesa.